Objetivo: regenerar la función pública

Fuente: 
cincodias.elpais.com

Hace falta un cambio de cultura política y urge aprobar un estatuto del directivo público

Por Jordi Solé Estalella, Presidente de Fedeca

Según la tradición cristiana, el trabajo es un castigo divino infligido al hombre por comer del árbol del conocimiento, por lo que sería una penosa e ineludible obligación, soportada solamente para ganar con ella el sustento diario.

Es posible que, en muchos casos y para la mayoría de las personas, esto sea así, lo que resulta un drama para ellos por sufrir diariamente el tener que “ganarse el pan con el sudor de la frente”, pero también para las organizaciones en las que trabajan, que ven seriamente afectadas la entrega y dedicación de estas personas a sus cometidos profesionales, con el consiguiente efecto negativo en los resultados esperados.

Siendo los factores de motivación en el trabajo en gran medida comunes entre los sectores privado y público, la función pública cuenta con una palanca motivacional exclusiva: saber que nuestro trabajo ayuda al bienestar general del conjunto de la población, contribuyendo a hacer de nuestro país un país mejor. O dicho en nuestro lenguaje administrativo, el ser conscientes de que, desde nuestros puestos de trabajo, satisfacemos el interés general por encima de intereses particulares y en los que la obtención de elevados beneficios económicos no es la principal motivación.

Por tanto, los funcionarios contamos con una fuente de motivación interna que, para la inmensa mayoría de nosotros, es de una potencia inmensa, suficiente para considerar que nuestro trabajo es una fuente de satisfacción que va mucho más allá de conseguir ese sustento diario.
Sin embargo, la existencia de esta palanca motivacional no es suficiente para disponer de funcionarios motivados, pues no se debe olvidar la afirmación de que “un trabajador motivado es un trabajador productivo”.

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